Era de noche. Sonaba la luna a lo lejos. Los monstruos del pasado temblaban de horror. La seriedad del tiempo paseaba a hombros de Eydiss, la Duelista de las Sombras.
«No hay paz para los que amamos», pensó.
Y así eran su ruina y su rutina: caminar a hombros de Ángeles que nunca son capaces de caer.
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