Las tinieblas de Hanin separaban almas del cuerpo. Estaba enamorado de Christine, la diosa que le había salvado del inframundo. Juntos, tenían un pokemon, un «gatotem» precioso que volaba entre mundos. Era un amuleto de la suerte que les permitía comunicarse por telepatía. Así, nació la relación más sana de todas, la que permanecería más allá de las Eras.
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